viernes, 17 de julio de 2009

Médicos y demonios


Comenzaré con el clásico y berreado “cualquier tiempo pasado fue mejor”. Cuando mi abuelo era médico, hace unos veinte años, esa profesión era noble y leal. Como quien dice “por amor a la camiseta”. Ser médico es querer ayudar al otro; o más bien dicho “era” querer ayudar al otro.
Por motivos de viaje, decidí hacerme un chequeo general: dientes, ojos, ginecólogo y estómago. Un ABC, pongámoslo así. Aunque aún pienso que era necesario, ir a los médico es un robo. Uno se siente violada y abusada.
La medicina tradicional es abusiva y violenta. Cada examen implica que te metan cosas por todos los agujeros de tu cuerpo. Y cuando sales un poco traumada, son cincuenta dólares. Bueno, uno piensa que es así, que es un buen médico, que la visita era necesaria. Luego, uno va a la farmacia con la receta, son cincuenta dólares. Bueno, ¡qué medicamentos más finos deben ser! Segunda cita al mismo doctor, son cincuenta dólares y una receta de una cantidad parecida. O sea, es una grosería que dan ganas de sentarse y llorar. Encima, te diagnostican caries, infecciones, gastritis, espasmos, ceguera progresiva y hemorroides. Ya vale más bien darse un tiro y acabar con todo, porque a parte estás quebrada y malgenia.
Hay gente que tiene seguro, aunque este no es mi caso. Pero esos también son unos ratas. Les pagas mensualmente ful y el rato de los ratos, no cubrimos eso, tampoco eso, y nada, se roban la plata. La salud es cualquier cosa, gran negocio. Yo me pregunto: ¿Por qué no estudié medicina? ¿O por qué no trabajo en una aseguradora o me pongo una aseguradora? Creo que soy demasiado buena gente para esos negocios sucios.
Los pobres pacientes (pobres, porque ya no llevan una dólar encima) tienen que sufrir los tratamientos, meterse químicos hasta más no poder, someterse a exámenes invasivos y abusivos, groseros, que le hacen llorar a cualquiera. Por eso, yo recomiendo ir al médico con la mamá, para que te coja la mano y no le dé asco lo que te están haciendo. Uno en esos procesos pierde la decencia e incluso la virginidad. Cada uno de los huecos del cuerpo son explorados por máquinas, ecos, tubos y dedos. Y eso tomando en cuenta que uno es joven y tiene una salud relativa. Es decir, no tienes cáncer, sida, gangrena, lupus. Aunque uno llega a la conclusión de que la salud ha sido subjetiva, depende del doctor que te vea. Si es honrado estás más sano, pero si es un pillo, te quedan pocos días de vida (al menos que te sometas a un tratamiento de mil dólares que muy coincidentemente el médico practica). Uno se imagina la gente que sí tiene males graves, cómo será, qué le harán y cuánto le cobrarán, para que encima se mueran. Y uno por aferrarse a la vida y a la salud, dale que paga y paga y paga, y métete químicos y químicos y más químicos.
Las medicinas alternativas... Da lo mismo. Que opine alguien que las haya vivido.

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