viernes, 6 de junio de 2008

Lolita, literatura y cine


La piel suave, los labios rojos, el cabello hermosamente desarroglado, un vestido pequeño, juguetón, los pies desclazos. A penas tiene 13 o 14 años. Lolita. Este deslumbrante personaje que inventó Nabokov y que se ha convertido en un personaje típico a través de los años. Esa niña que está en el límite para ser mujer, con sus pechos frugales, como almendras, y sobre todo, sus labios rojos. Muchos han retomado esta figura ya clásica (como otras: el avaro, la celestina, el pícaro) para reconstextualizarla en sus creaciones. Este es el caso de La rodilla de Claire (Rohmer, Francia, 1970) que fue presentada gratuitamente en la pre inauguración del Eurocine.
Una escritora necesita material para su nueva obra, por esto insita a un amigo a que se enamore de Laura, una niña de no más de 14 años. Obviamente, hay una resistencia moral por parte del personaje como del espectador. Sin embargo, la poesía, la literatura en general, atrapa a ambos, que no pueden dejar de maravillarse con Laura, su ingenuidad y su sensualidad. Es el encanto de una infancia que se va rompiendo pero que aún late; este tipo de niñas están en la sensualidad del límite que es su edad. Cuando sean adultas podrán ser hermosas, pero perderán esa magia de traspasar un estado. Aparece Claire, hermana de Laura, mayor pero en fin una adolescente aún. De una forma fetichista el protagonista se obseciona con su rodilla: flaca, delicada, parte del cuerpo que nos deja imaginar qué hay más arriba. Pensamientos perversos, pero hermosos, porque hay una reflexión sobre la literatura. Entre el hombre mayor y las niñas no pasa nada. Lo máximo que sucede es que él llega a topar la rodilla de Claire y ese momento inocente, tierno, reconfortante, es una explosión de la sensualidad. Pero lo hermoso es que todo esto se da cuando en realidad no pasa ni pasará nada, pues él sabe que se mueve en un mundo ficticio, donde esa relación (que en el mundo real sería asquerosa) es poesía, porque sólo es posible en la mente y porque todo esto es hermoso por el mismo hecho de que no se consuma. Es dejarse llevar por el instinto, un impulso, pero que queda en el agradable sabor del instante porque jamás se llegará a concretar. Esa es la sensualidad pura, el erotismo: llegar al límite del precipicio y volver a tierra firme. El rato que se traspasa y se devela lo oculto, lo prohibido, eso es pornografía, basura.
Todo este efecto sensual logra el filme La rodilla de Claire, dentro de una atmósfera bien europea donde los diálogos son fríos y funcionales, el clima austero. Es un contraste genial.

5 comentarios:

Marcelo Valladares dijo...

”…su rodilla (de Claire, hermana de Laura) : flaca, delicada, parte del cuerpo que nos deja imaginar qué hay más arriba”…jajaja… ya van dos.

Suena muy sugestiva la película. El erotismo y la sensualidad pueden ser un sutil camino hacia el éxtasis total, un delicioso preámbulo, sin que necesariamente develar lo oculto implique que sea una porquería. A menos que se piense que uno desea lo que no tiene, y una vez que lo tiene, ya no le interesa. Los “casi” no cuentan en esta vida… o los “qué hubiera pasado si…” Simplemente fue o no fue.

Que tal si al llegar al límite del precipicio en lugar de volver a tierra firme…por qué no lanzarse? Porqué no?... Habría que preguntarles que opinan a los audaces del salto bungee

JFM dijo...

Es el encanto de la imaginación, del erotismo. Simplemente imaginar las cosas y dar una facultad onírica a sucesos que en la realidad carecerían de encanto porque, lastimosamente, se llegan a concretar. Gozamos tanto con la imaginación y la fantasía porque sabemos, en el fondo, que la vida como tal nos va a negar esas sensaciones. El imaginario y el real, conceptos lacanianos que encuentran un "equlibrio" en el simbólico. Buen artículo, Aleja! Como siempre, me quedé con ganas de seguirte leyendo.

Kléver Vásquez dijo...

Hace mucho, mucho tiempo, en una tierra muy, pero muy lejana; en la Edad Media, entre trovadores y damas, se daba el rito del “amor cortés”...
“El amor era un servicio. René Nelli dice que “los varones y los poetas se consideraban vasallos, servidores de sus amantes y que debían humillarse ante ellas””.
“Según el mismo esquema del servicio amoroso, la ceremonia se dividía en varios grados. Por ejemplo, la dama podía dejarse ver ligeramente vestida o desnuda del todo. El último grado era el asag (prueba de amor): el amante penetraba en el lecho y se acostaba con la dama desnuda, sobre o bajo el cobertor, sin poseerla o sin consumar totalmente el acto (coitus interruptus)”
“Para los trovadores, el amor entra por los sentidos: “hiere dos sitios, la oreja y los ojos”
“...el amor no como posesión sino como contemplación de un objeto que nos transporta a una esfera superior”.
“Los ojos son los arqueros del amor y la poesía provenzal está llena de flechas, dardos y saetas que desgarran y pican los cuerpos y las almas”
Octavio Paz

Marcelo Valladares dijo...

Para variar Lacan tiene una explicacion para todo.

Anónimo dijo...

Me gusta muchisimo tu enfoque y concuerdo con el.. debe ser xq soy mujer ...esa posibilidad nula de que finalmente no pasara nada ,es mucho mas interesante ;sin embargo es como un sueño una poesia romantica inconclusa..estoy a favor del "Amor Cortés" como lo menciona Klever.