Existe acaso un curso especializado que se anuncie en el periódico que diga: en cuatro semanas aprenda usted a volar o le devolvemos su dinero?.
Posiblemente no. Quizás el desafío mas importante del aprender volar implique no despegar los pies sobre la tierra, no necesitar el cuerpo para nada, ni hacer malabares con los brazos y las piernas. Volar es simplemente volar. En estos tiempos nadie se arriesga al vuelo de ser poeta, esa estéril profesión que es considerada en estos días como una especie de enfermedad, más bien como producto de la pereza y la falta de ocupación en actividades realmente importantes.
En la película El Lado oscuro del corazon (Argentina, 1992) del director Eliseo Subiela, Oliveiro persigue el amor, esa mujer única que sea capaz de volar, mientras recorre los suburbios de Buenos Aires y Montevideo; pero lo curioso es que el único recurso de conquista, su arma letal con que cuenta es su poesía. El es un joven poeta y mantiene complejas relaciones con la vida, con la muerte (que lo acecha como esposa fastidiosa) y con las mujeres obvio; y junto a sus dos amigos lleva una existencia bohemia. Un día, en Montevideo conoce y simpatiza con una prostituta de cabaret, de quien termina perdidamente enamorado. Solo ahí ocurren sus mejores vuelos, saborea del dulce elixir del amor, de una transfusión que le permite seguir vivo.
El film de Subiela está abierto a diversas interpretaciones. No cierra el sentido que quiere transmitir, no da demasiadas respuestas, por el contrario lo que brinda son interrogantes al mejor estilo poético. En efecto, descubrí que en un cabaret, Mario Benedetti en persona le recita un poema en alemán a una prostituta, y le dice: "Porque te tengo y no/ porque te pienso/ porque la noche está de ojos abiertos/ porque la noche pasa y digo amor". Luego se me viene a la mente: no hay personas más prácticas que las prostitutas. Saben lo que tienen que hacer, no se enredan en asuntos melodramáticos ni romances absurdos. Están atentas con sus baterías antiaéreas cargadas para derribar a cualquier poeta volador. Son asesinas de sueños y expertas en llorar sin sufrir. No se pueden dar el lujo de volar. Pero al mismo tiempo en su mal se encuentra la semilla del bien, la flor que crece en el fango; existen instantes de flaqueza donde afloran sus sentimientos y extrañamente brotan por sus ojos leves ráfagas de amor… su luz es suficiente para iluminar el lado oscuro de la tierra, el lado oscuro del corazón.
Si alguien tuviera la intención de volar, después de saber los riesgos que va a correr, la poesía puede transformarse en buen instrumento de vuelo, pero no tiene instrucciones ni manual, así que al elevarse lo más alto que se pueda, disfrute usted del paisaje…pero ojo con el aterrizaje.
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