sábado, 16 de enero de 2010

Otoño


Juntas, todas juntas. Arrugadas y corroídas pero juntas, en lo más alto. El trayecto se acaba y se niegan a aceptarlo. Añoran con melancolía la primavera en que todo era alegría y regocijo del verde de la vida.
Esta tarde, el viento helado silva anunciando al tren que está listo en la estación. Tiempo de abordar. Las ancianas se resisten a marcharse, se aferran a su hogar, a sus raíces, a sus recuerdos que son lo único que tienen en la vida.
Sopla una ráfaga gélida y se desprende la más indeleble, la más inocente. Planea tambaleante hasta que su cuerpo topa el suelo, y decora con su traje marrón el piso del empredado. Su silueta cadavérica brilla más que las otras.
El otoño ya tiene su primera hija.

Tigre, 24-07-2009

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